«Cuando hablamos de islamofobia de género nos referimos a que las mujeres musulmanas sufren más islamofobia porque ellas son más visibles, en una sociedad machista que inferioriza a las mujeres, se les considera más vulnerables y se les ataca más, esto son a su vez cosas que encajan en la violencia machista. (…) Se emplean retóricas de género para discriminar y excluir a las personas musulmanas y eso hace que en Occidente (entendido como construcción ideológica) piensen que aquí se está mucho mejor, que las mujeres están suficientemente liberadas y no tienen que luchar por sus derechos pues ya los tienen, sino que deben luchar por los derechos de las pobres mujeres musulmanas» (Fátima Aatar(link is external), antropóloga social y cultural, activista).
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La mujer musulmana no escapa a los manidos estereotipos generados contra su comunidad, pero a diferencia de los hombres —bárbaros, irracionales, primitivos, violentos y machistas—, la musulmana es concebida como una persona víctima de su religión, sumisa, desvalida, falta de una defensa que sólo Occidente le puede proporcionar.
El eje de esa “defensa” se enroca con pertinaz constancia en el tema del uso del velo, considerado incompatible con el pensamiento feminista desde la trinchera más conservadora pero también desde sectores de la izquierda, el laicismo y del feminismo excluyente.
El problema de las musulmanas no es la religión, ni el Corán, sino el patriarcado, un patriarcado no muy distinto al que encontramos en las sociedades occidentales.
Así se explica en el artículo ‘Islamofobia y derechos de las mujeres’(link is external), publicado en el Observatorio de la Islamofobia en los Medios(link is external) a cargo de Dalila Azzi, quien destaca el trabajo de relectura del Corán y de puesta en valor de las mujeres en el islam que han llevado a cabo la socióloga Fatima Mernissi, Olfa Youssef, Maryam Amirebrahim, Asma Barlas o Amina Wahud. «Estas mujeres hacen lecturas del Corán más humanistas y posiblemente más cercanas al sentido original del Corán. Una forma de romper el monopolio interpretativo machista y abrir el concepto de feminismo en Occidente» (Azzi, 2018).