La sesión de abril del Club de lectura de Kutub de la Euroárabe contará con la participación de Alberto Mrteh, traductor de la novela de este mes, «El gran espejo» del tangerino Mohamed Mrabet.
Biblioteca «Dra. Leila Mezian»- Fundación Euroárabe de Altos Estudios
La cita de este mes de abril del Club de lectura KUTUB con la narrativa del mediterráneo se centra enuna de las novelas de Mohamed Mrabet, «El gran espejo», obra traducida al español por Alberto Mrtech que participará en la sesión del Club de este mes, el jueves 20 de abril de 2023
LA OBRA
El gran espejo
Publicado por primera vez en Estados Unidos en 1977, bajo el título de The Big Mirror, fue el resultado de una colaboración literaria entre Paul Bowles, quien lo transcribió del dialecto árabe, y Mohamed Mrabet.
La obra es una leyenda sobre un amor impactante y una locura fatal. Ali está interesado en Rachida, la única hija de un vecino. Ali se asusta por la belleza de Rachida, ella parece peligrosa, pero él sigue siendo insistente. Él la ve de nuevo y decide casarse. Ali compra un hermoso palacete de la medina de Tánger y tiene miedo de un gran espejo, pero no quiere que se lo lleven. Rachida llena la casa de espejos. Pero está embarazada. Mientras Ali, un joven terrateniente, trabaja en la granja, Rachida pasa todo el día encerrada mirándose en el gran espejo. Rachida se vuelve loca…
Al igual que otras novelas y colecciones de historias de Mrabet, es un retrato de Marruecos en los años 60 y 70 que se basa en antiguos rituales y mitos, pero en este caso Mrabet parece haber abordado sentimientos de fatalidad, ansiedad y horror mucho más abiertamente que nunca. Está considerada como la más «occidental» de las obras de Mrabet, y más enérgica porque camina claramente sobre la cuerda floja entre las culturas, entre los tiempos, entre la lógica y lo inexplicable, entre la brutalidad y el amor. Es escalofriante y surrealista.
LA TRADUCCIÓN
Alberto Mrteh
Escritor español, autor del blog sobre Marruecos El zoco del escriba. Meshi shughlek (No es asunto tuyo) es su primera novela.
EL AUTOR
Mohamed Ben Chaib El-Hajjam, más conocido como Mohamed Mrabet, nació en Tánger en 1936, en el seno de una familia muy humilde de la tribu Ait Ouriaghel en la región del Rif, emigrada a Tánger después de la Guerra del Rif. En los callejones estrechos y los bulliciosos cafés de la ciudad pasó su infancia antes de convertirse en el escritor y pintor marroquí con alma de cuentacuentos más reconocido internacionalmente.
Aunque su padre le apuntó a una escuela coránica a los tres años, apenas llegó a aprender a leer y escribir. Luego, con diez u once años, su padre le inscribió en una escuela francesa de Tánger, pero en uno de sus primeros días de clase, se quedó dormido en el pupitre mientras el profesor garabateaba algo en la pizarra. Según cuenta Mrabet, dicho profesor le agarró por los pelos y, con una vara de olivo, le pegó en la cabeza, a lo que él respondió empujándolo contra la tarima, para que se cayera y, cuando estaba en el suelo, le estrelló tres sillas en el cuerpo. Mrabet considera que, por su espíritu rifeño, es susceptible, orgulloso y capaz de violencia si se atenta contra su libertad y su dignidad. Ese día, Mrabet huyó de la escuela, fue a su casa, le contó el incidente a su padre y este también le pegó. Entonces, dejó a su familia y, con un amigo llamado Mustafá, ocupó un tugurio en el barrio de los burdeles de la Medina, entre el Zoco Chico y el puerto y para sobrevivir robaba whisky y tabaco en los almacenes del puerto y de eso vivían él y su amigo.
Durante años fue saltando de un oficio a otro: trabajó como caddie en el Royal Tangier Golf Club y posteriormente como pescador, pero también ha sido conductor, acróbata, camarero, boxeador y barman. Es, sobre todo, un pintor y un escritor reconocido, pero dice: «No comprendo nada de la vida de los escritores ni los pintores. Pasé toda mi vida en el mar. Ése es mi trabajo».
Como pescador le vino el arte de contar. Cuenta que un día se encontró un pez al que una ola muy fuerte había dejado sobre una roca y que el pez le habló diciéndole: “Si me comes ganarás poca cosa. Si me vendes tampoco ganarás mucho. Pero si me dejas vivir sabré agradecértelo con un tesoro. Lo devolví al mar”. Mrabet cuenta que ese pez al que salvó la vida le suministra desde entonces el tesoro de miles de cuentos, que le visita y se los sopla al oído.
De su etapa de boxeador profesional —Tarzán era su nombre profesional —, Mrabet recuerda la gira triunfal que hizo por España: “Viví un año y ocho meses en Madrid, en 1955, en el número 198 de la calle Alcalá… Escuché a un imán en una mezquita que la violencia no era buena según el Corán y lo dejé”.
En 1958, se casó a los 22 años con su actual esposa, fruto del matrimonio nacerían 8 hijos de los que sobrevivieron sólo tres. Fue el trabajo de camarero el que terminó uniéndole a los escritores americanos que habían convertido Tánger en su paraíso particular. A finales de los años 1950, Mrabet servía en el Tanger Inn, en la calle de Magallanes, que frecuentaban Paul y Jane Bowles, Truman Capote, Tennessee Williams, entre otros, porque el Tanger Inn tenía fama de que disponía de los mejores whiskies, rones y ginebras de la ciudad, que adquirían en la base estadounidense de Casablanca.
En los años 50 y 60 la ciudad internacional de Tánger no entendía de pasaportes. A ella llegaron numerosos escritores, muchos de ellos pertenecientes a la llamada Generación Beat, como el narrador Truman Capote, el dramaturgo Tennessee Williams o el escritor Paul Bowles. Acudían a Marruecos en busca de exotismo e inspiración, y muchos de ellos pasaban sus horas muertas en los cafés locales en busca de buenas historias. Una escapada a Tánger aseguraba que, en cualquier esquina, alguien te diera la idea de una próxima novela. Imposible resistirse a la tentación.
Trabajó un tiempo en EEUU y, de regreso a Tánger, en 1960, conoció a Paul Bowles (1911-1999). Mrabet cuenta que un día de 1962, un rico americano que celebraba una fiesta en su villa del Monte Viejo le contrató como camarero. En un momento dado, Mrabet se tomó una pausa, salió al jardín y allí encontró a una mujer solitaria con un vaso en una mano y un cigarrillo en la otra. Le preguntó por qué estaba sola y ella respondió que le aburría que el único tema de conversación de los asistentes fueran los chicos y las chicas guapos. Mrabet, que era de una belleza acanallada que volvía locos a los hombres y a las mujeres, sonrió. Sabía de lo que estaba hablando aquella señora. Se presentó y ella le dijo que se llamaba Jane Bowles.
Jane Bowles le habló a su marido del joven marroquí que había conocido en la fiesta y le dijo que aseguraba ser un gran contador de historias. Bowles invitó a su casa a Mrabet, le puso delante una grabadora y un micrófono y le animó a hablar. Así nacería una relación entre el escritor americano y el analfabeto tangerino que se prolongaría hasta la muerte del primero en 1999.
Fue en este ambiente donde Mrabet entró en contacto con Bowles, que inmediatamente quedó fascinado por la habilidad del marroquí para contar historias. El escritor americano enseguida lo tuvo claro: todos esos fascinantes cuentos debían quedar plasmados en papel. Con una grabadora y un micrófono, Mrabet comenzó a relatar sus cuentos en dariya, la lengua dialectal local. Después, él mismo se los traducía en español a Bowles, quien se encargaba de adaptarlos al inglés, pasando noches enteras de transcripción con la única ayuda de una antigua máquina de escribir.
De esta estrecha amistad nació una colaboración literaria que duró hasta 1992 con la publicación de trece libros, todos ellos transcritos por Bowles a partir de cintas grabadas por Mrabet en árabe dialectal, en las que contaba las historias escuchadas en los cafés y que desde su niñez le habían fascinado.
Hace unos años, Mrabet concedió una entrevista a la revista cooperativa española La Marea (www.lamarea.com (link is external)) que publicó un reportaje sobre él, en dicha conversación prodiga varios insultos: “Yo odio a Paul Bowles. Es un pedazo de mierda. […] Bowles ni siquiera era escritor. Así se lo digo. Era músico, no escritor. Los últimos libros que escribió eran historias mías. Me robó centenares de historias. Y de los libros que firmamos juntos nunca recibí ni un duro. Todo se lo quedó Bowles. Me arruinó la vida”. Y recuerda a los asiduos visitantes de su círculo: “Tennessee Williams era el mejor. William Burroughs también era un gran tipo… Truman Capote era muy pesado y muy sobón, pero daba igual”.
Los críticos literarios consideran que de todos los escritores que Paul Bowles tradujo, Mohammed Mrabet es quien disfrutó del mayor éxito, algunos creen que es porque logró permanecer en el lado bueno de Bowles por más tiempo. Sin embargo, otros consideran que es más bien por la gran imaginación increíblemente fértil de la que goza aún hoy Mrabet, imaginación que a veces superó a Bowles. Puede incorporar elementos de las innovaciones narrativas occidentales en su trabajo, como lo demuestra con El gran espejo.
En su etapa de boxeador se entrenaba a conciencia y era puro músculo. A ese ejercicio y a la longevidad de su familia, donde se alcanzan los cien años de edad, atribuye haber llegado en buena forma a la condición de octogenario, en la actualidad tiene 87 años, sigue residiendo en Tánger y es el último testigo de la edad de oro de la Tánger internacional. A la vez que autor oral de talento también es pintor.