Exposición del 27 de junio a 20 de junio, 2007
Las exposición de fotografías que el periodista gráfico Juan Ferreras presentó en la Fundación Euroárabe bajo el título de “Qnetria: Cuarenta años después” contó en su inauguración con la presencia del Embajador de la República Árabe de Siria en España, el Excmo. Sr. D. Makram Obeid y el Secretario Ejecutivo de la Fundación Euroárabe, Juan Montabes Pereira.
En el extremo oriental del Mediterráneo, a poco más de una hora de la cosmopolita Beirut, las ruinas de una ciudad, Qneitra, explican mejor que todos los tratados de historia, la convulsión permanente en que vive una de las zonas más castigadas por la sinrazón del ser humano.
Las paradojas de la historia han provocado que este mes de junio, cuarenta años después de la Guerra de los Seis Días en la que Israel tomó el Sinaí, Cisjorndania y el Golán, estableciendo uno de los regímenes de ocupación más brutales de nuestra historia contemporánea, Líbano, Palestina y Siria se convulsionan ante acontecimientos poco esperanzadores.
Si hay una ciudad símbolo de cómo jamás se podrá llegar a la reconciliación mientras la memoria de una generación perdure, ésa es Qneitra. En los límites de Siria con Palestina y Líbano, rodeada por un paisaje idílico, con las nieves y las aguas del Golán a pocos kilómetros, este enclave que hace cuarenta años contaba con algo más de 20.000 habitantes y era un referente indiscutible para la población de la zona, es hoy día el exponente vivo de la sinrazón, la prepotencia y la espiral de locura en que se desenvuelve oriente medio.
Sólo ocho meses después de que Israel destruyera sistemáticamente Beirut, el objetivo de Juan Ferreras, ha sido capaz de demostrar cómo el ejército judío sigue aplicando el aprendizaje de destrucción que inició en esta ciudad, cuando se vio obligado a abandonarla. Ni un edificio en pie, el único hospital de la zona convertido en blanco para el tiro de la artillería y la aviación hebrea, los campanarios de las iglesias ortodoxas y los alminares de las mezquitas agujereados por los proyectiles de los blindados y todas, absolutamente todas las casas donde durante generaciones vivieron las familias de Qneitra, aplastadas como si el pie de un gigante filisteo las hubiera pegado a la tierra dónde se levantaban.
Lo estremecedor de la visión que nos ofrecen las instantáneas de Ferreras no es la destrucción que se adivina en ellas, sino el hecho de que dicha destrucción no sea consecuencia de una batalla, sino de la intención del ocupante de no dejar tras de sí más que la tierra quemada.
Un perro, algún gato, la vegetación de la primavera, dan testimonio de que la vida continuará abriéndose paso. A su alrededor todo es silencio, destrucción y resentimiento. En lo alto de las cumbres, todo un arsenal del ejército de la estrella de David dispuesto para volver a aplastar todo aquello que se escape a su voluntad y, en el horizonte, una tremenda contradicción: este verano el Golán podría volver al país al que pertenece, o quizás vuelvan a sonar tambores de guerra.
Esta vez sí que una imagen vale más que mil palabras, exactamente las mismas que podrán acudir a sus almas, cuando acaben su recorrido por la Qneitra que ha traído hasta Granada la mirada de Juan Ferreras.